Cuando oímos hablar de yoga, algunos piensan en posturas corporales imposibles y disciplines fuera del alcance del común. Esto no es correcto, igual que tampoco es correcto pensar en el yoga como una disciplina más de ejercicios gimnásticos.
El yoga es una ciencia espiritual milenaria, es una forma de encarar la
vida holística, incluyendo lo material y lo espiritual. La parte más corporal,
la que corresponde a los llamados asanas es la más conocida, pero su objetivo
no es el que parece, poner en forma nuestro cuerpo.
Los asanas, posturas corporales, han sido creadas con el objetivo de mantener el cuerpo, un recipiente que precisa el espíritu para manifestarse, en una forma óptima, y que permita concentrarse en la parte más sutil, y no tener que atender en tan gran medida las necesidades del mismo.
Lo más importante de todo el ejercicio, no es realizar la postura con
perfección, y forzar el cuerpo en este objetivo, todo lo contrario, no hay que
hacer algo que nos pueda producir dolor. He tenido profesoras de yoga que
aconsejaban, si no era posible hacer una postura, cambiarla por otra más
asequible, o visualizarla y seguirla con la imaginación. Lo más importante de
esta praxis es acompasar la respiración con cada movimiento (en yoga, cada
movimiento coincide con una inspiración o una expiración, y se señala por la
profesora con total claridad), en muchos casos se aconseja cerrar los ojos, y
además concentrarse en profundidad en cada movimiento, en cada respiración, en
cada sensación de nuestro cuerpo. De hecho, al acabar un asana y sus
correspondientes repeticiones, hay unas respiraciones de quietud, para
contrastar como está nuestro cuerpo y nuestras sensaciones.
Las bondades físicas de esta disciplina, las iremos percibiendo con el
tiempo, una de las que yo noté en un breve periodo de praxis fue que mi cuerpo
era más elástico, y que mis respiraciones eran más profundas y por tanto
menores en cantidad.
También, en lo mental, aporta una mayor tranquilidad y relajación, así como
ayuda a enseñar a la mente a concentrarse correctamente.
Las diferentes escuelas de yoga, como en todo, insisten en puntos más o
menos específicos. Algunas ponen más énfasis en las posturas, y en adquirir
mayor fortaleza o elasticidad, y proponen asanas con mayor dificultad. En mi
caso sigo una escuela menos exigente en este aspecto, pero la contrapartida es
una mayor confianza en lo que hago, y eso me lleva a realizar yoga cada día en
casa, entre quince y cuarenta minutos, además de las clases dirigidas por una
profesora experta, de la que recomiendo mirar su blog.
En mi pequeña experiencia, he llegado a concluir que en cada tabla de
ejercicios, aparte de hacerlos de forma dinámica y los que corresponda de forma
estática, debe contener, como mínimo algún estiramiento, equilibrio, torsión, e
inversión (cabeza por debajo de las piernas).
Si es posible, acabar con un rato de pranayama y silencio.
Los pranayamas son ejercicios respiratorios controlados, que no acostumbran a ir más allá de 24 respiraciones completas, y que ayudan a que se vaya instalando en nuestro cuerpo, y en nuestra respiración, la concentración mental y su correspondiente silencio, así como a respirar en profundidad de forma natural. Son ejercicios sencillos, al alcance de todo el mundo.
Cuando tengáis un cierto rodaje en estas disciplinas, asanas y pranayamas,
descubriréis que cuando se cuentan las respiraciones en un periodo determinado
de tiempo, sin otro pensamiento más que el conteo, éstas son en número inferior
que cuando en vuestra mente hay algún pensamiento, de la índole que sea. Como
el Yoga afirma, respiración y mente están profundamente relacionadas.
Recomiendo acceder a esta web de Ramiro Calle i a este PDF de su libro "El gran libro del Yoga", recomendado en este blog en el apartado de libros.