Navidad, nacimiento, nacimiento del Sol, Solsticio de Invierno.
El niño nace en una cueva, nace nuestro niño interno en la
cueva de nuestro corazón. El padre, San José, padre putativo, es la parte
mental consciente y masculina, que hace el papel de lo que no es, no es la
cabeza lo que hace nacer lo mejor de nosotros. María, madre, lo femenino,
nutricio, el vientre, el sentimiento. Lo masculino más lo femenino, apoyados
por la estrella, la luz que viene desde arriba, el alma, apoyada por la mente y
el sentimiento dan a luz un andrógino,
Jesús, al Niño Interno, la pureza, la Luz. Suceden los milagros cuando los juntamos ,
esto queda simbolizado por la vara florida de José, la renovación de la mente y
la vida.
Al nacer estamos abiertos, con una bondad primigenia, dar
sin medida. Cada Solsticio de invierno se da la oportunidad de dejar nacer a
este Niño Interno nuestro; también se mueve la fraternidad.
En el establo hay dos animales, el buey, un animal castrado,
simboliza la pasión y el instinto
domesticados, al servicio de lo Superior. La mula, un híbrido que no
procrea, cruce entre caballo (fuerza, nobleza) y burra (tozudez, resistencia) simboliza nuestra personalidad, también
calienta al Niño, y ha sido domesticada.
Los tres Reyes Magos representan las tres razas conocidas en
aquella época, y las tres edades del ser humano, vejez, madurez y juventud. Sus
ofrendas son para el Ser que habita en nuestro interior; oro para el Rey,
incienso para el Dios y mirra para el hombre.
Los colores de la Navidad son el Verde, el Rojo y el Dorado,
todos ellos anuncian el Nacimiento de Dios en nuestro corazón.